Apurao pa'rriba, apurao pa'bajo
- Lucio Mammana
- 27 ene 2022
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 2 ene 2023
Me cuenta que el camino que llegó desde Humahuaca en el 99 empezó a cambiar todo: en vez de adobe y "guiaba", cemento, ladrillos, chapa, y hasta casas prefabricadas. La gente se viste diferente. Se comen otras cosas. "Ahora traen pollo, tomates. Antes era solo la carne de vaca, el charqui, la papa, el maíz, lo que se producía acá". Recorriendo la cuadra me señala detalles en los techos, paredes y ventanas, para que vea un poco el testimonio solidificado de la cronología, coexistiendo toda en el presente. Entonces las texturas y colores del pueblo enlazan abruptamente toda mi curiosidad. Se siente como si de golpe se hubieran disfrazado de significado. Pero quizás es lo inverso, se desenmascara una pisquita de la ingenuidad con que contemplaba ese paisaje.
Alfredo me aclara que Santa Ana ha crecido, mucho, desde que "llegó el camino". La gente que vivía en las montañas y valles aledaños fue migrando al pueblo. Por eso ahora tiene un cinturón de casas que antes eran corrales y parcelas de cultivo: "Todos esos pastizales verdes alrededor antes estaban lleno de parcelitas. Ya la gente casi que no cultiva". Aunque dice que en Caspalá eso tanto no cambió.
Unos días antes, Jani, de Caspalá, conversado me expresaba también de la construcción de los caminos, que "sería bueno si es porque quieren ayudar a la gente de las comunidades, pero en realidad es porque quieren sacar los minerales". Me decía que el pueblo está dividido entre quienes apoyan el camino y quienes no.
René, de Pampichuela, contaba que en los "puestos" de los "caminos de herradura" antes vivía gente. Que si uno iba por el camino se encontraba a estas personas pero ahora ya no. Solo cada tanto van a ver cómo está el ganado pero al rato se regresan. Al igual que Hugo, de Santa Ana, dice que por eso tienen más problemas con los pumas y yaguaretés. Que antes cuando la gente se quedaba en "los puestos", los "animales silvestres" estaban más lejos, pero ahora que no hay gente se acercan más a los "puestos" y atacan seguido al ganado.
Alfredo se ríe un poco, mientras me parafrasea un dicho local emergido hace poco, pero no menos popular: Gesticulando él mismo un acento peculiar, dice que "antes se iba apurao pa'rriba, pero ahora se va apurao pa'bajo", como metáfora de la tendencia hacia la centralización de la vida cotidiana en el poblado, ya no en el campo.
Sigo su indicación para orientar la mirada hacia una mancha más clara en la inmensa cuesta verde y humedecida, atrás del pueblo, en la montaña de enfrente: Está su parcela sembrada, entre otras que perduran de las pertenecientes a familias de la zona desde siempre. También se ven rayas de cientos de metros, rectas y curvas. La mayoría de esas pircas de rocas grandotas, apiladas en equilibrio una encima de otra, que dibujan líneas, rectángulos y círculos en las laderas, separando parcelas y formando corrales, fueron levantadas por "los abuelitos que tenían brazos fuertes", cuenta Alfredo. Me explica que por eso permanecen aunque pasen muchos años, tantos que ya nadie sabe cuántos. Un vecino, David, me dice que "ahora, cuando nosotros hacemos una pirca, al poco tiempo tenemos que andar reconstruyéndola porque se le caen pedazos. No nos salen como a los abuelitos".
A menudo, temprano en la mañana, siempre fresca a 3300 m.s.n.m., una voz de altoparlante hace eco entre las paredes y veredas para comunicar "un mensaje a toda la comunidad": Hoy es jueves 19 de enero de 2022 y avisan que a las trece horas sale la caravana con los jugadores y la hinchada para "Yerba Buena", donde se disputará el "torneo regional". Les avisan que lleven carpa y usen barbijo todo el tiempo. Además, le recuerdan a los vecinos que la semana siguiente estarán colocando la tercera dosis en la sala de primeros auxilios.
"Antes el que iba al club era titular. Ahora al puesto los chicos tienen que pelearlo", me contó esa tarde Alfredo.
Me voy a dormir. Antes de cerrar los ojos escribo estos renglones. Dejo el celular en la mesa de luz cubierta por una paño colorido bordado con mucha delicadeza. Están con diferentes diseños por toda la casa. Al otro día me entero que los hace Petrona, esposa de Alfredo, y que junto a muchas de las mujeres de Santa Ana son expertas tejedoras, tal como lo eran también "sus abuelitas".
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