Abismo

Seducido por el vértigo, en la escena siguiente estallé. Sentía mi sangre exquisita exprimirse entre los dientes. Como la luz contra el hormigón, todos los sonidos eran fríos, secos, opacos. Una especie de vacío parecía estar delante de todo signo.

Entonces, orgullosamente profané el tiempo de toda pausa. Galopando a pelo limpio desafié el abismo. Convencido de que no habría rayo que me enterrara. Deliberadamente ensordecido. El sacrilegio de mi utopía se había vuelto objetivo absolutamente justificado. Hipnótico. Famélico por traicionarla. Como si batirla a duelo fuera la forma más eficaz de al final encontrar algo de realidad en su mito. Sublevarme a mi máximo deseo para ser implacablemente abatido. Así estar más cerca que nunca de tocar ese paraíso encantado. Y en ese vencimiento, en ese fracaso buscado, disfrazado caprichoso y terco de súper coraje, encontrar al fin una fuerza ante la cual sentir el éxtasis de ser derrotado.

En lo más bajo de la existencia, transformando al orgulloso animal en un cuerpo postrado que encontró en su propia furia el retorno hacia una calma. El lugar donde poder desear morir y nada más que en paz morir. Como si la utopía finalmente se hiciera realidad en mis entrañas al caer de rodillas frente a ella, tras batirla a duelo y ser masacrado, tras haber hecho por una vez todo lo contrario a lo que dictaba.

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